Bigio, Branson y el fracaso de la intervención

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El show de Branson no condujo a la caída de Maduro, pero sí a ayudar a que un mes después los presidentes que asistieron a éste pudiesen ser capaces de fundar Pro-Sur.

A un mes del fracaso del mega-concierto para producir el “Día D”

por Isaac Bigio – ALAI
 

Hace un mes se realizó en Cúcuta el 22 de febrero lo que ha sido tal vez el concierto musical gratuito que más estrellas hispanas importantes haya reunido. También se ha tratado del primer mega-concierto enfocado a producir un cambio de régimen, y uno que, en vez de propiciar la paz, se preparaba para el día siguiente generar la guerra.

Hoy pocos se acuerdan de éste y la web de Venezuela Live Aid ya no habla de que su meta era levantar 100 millones de dólares en sus primeros dos meses para ayudar a los sufridos venezolanos. No hay ningún reporte de los fondos recaudados ni de los costos invertidos en montar un escenario y en traer, hospedar y alimentar a artistas que generalmente cobran millones.

Dicho concierto sirvió para reunir a los presidentes de Colombia, Chile y Paraguay, quienes un mes después han dado paso a la primera cumbre de presidentes sudamericanos para fundar la Pro-Sur, un foro centrado en los 7 presidentes del continente que recientemente han llegado al poder ubicándose a la derecha de sus predecesores y que tiene como fin aislar a Venezuela y lograr que ésta cambie de régimen, un objetivo ajeno a los principios no injerencia y que pasa por romper a la anterior Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR) que durante una década integró por primera vez a todas las 12 repúblicas de dicho continente, y que hoy ha quedado reducido solo a las 5 que aún mantienen ciertas políticas “progresistas”.

Inédito

En la historia de los conciertos musicales del mundo en la frontera colombo-venezolana se dio un inédito fenómeno. Por primera vez se han dado dos de signo político completamente contrapuestos separados por un puente que divide a dos países de signo ideológico tan antagónico.

En la margen izquierda del río Táchira, en el lado calendario, se dio el concierto organizado por el muy maduro multimillonario Richard Branson y con la presencia de los presidentes de derecha de Colombia, Chile y Paraguay, y en su margen derecha se dio el concierto organizado por el gobierno de izquierda de Venezuela lleno de sus bravos hinchas de Maduro.

Ambos estuvieron a una distancia de 300 metros uno del otro separados por el puente Tienditas, el cual se ha hecho famoso por tener en su medio una barrera impuesta por Venezuela, pero que no ha venido funcionado nunca desde su reciente creación. Pese a la cercanía física y a la lejanía ideo-política ambos shows discurrieron en paz y sin violencia.

Ciertamente que el organizado por el multimillonario Richard Branson se sabía de antemano que iba a tener mucho más gente. Esto, debido a que se organizó con mayor tiempo de antelación y publicidad, por la fama de sus artistas (tal vez ha tenido la mayor reunión en un tablado de artistas tan célebres en la hispanidad), porque la gente sabía de antemano a quienes iban a escuchar, porque estaba muy televisado, y por las decenas de millones de dólares invertidos en éste.

Frente a éste el gobierno venezolano organizó en pocos días un contra-concierto cuyo escenario fue alterado casi en la víspera, que la gente fue sin saber quiénes vendrían a tocar, sin que tuviera ninguna estrella de la fama del show rival y que casi no fue transmitido.

En la página oficial de Facebook del “Presidente Encargado” Juan Guaidó, él colocó una foto aérea del mega-concierto de Branson junto a una del que hacía el oficialismo donde se mostraba éste totalmente vacío y donde él comentaba que se trataba solo de un karaoke. Lo cierto es que, a medida que fue avanzando la hora, se ha podido constatar que el muy improvisado concierto chavista fue aglutinando varios millares, aunque su rival tuvo muchas decenas de miles de asistentes, pero no el millón que prometieron en sus spots publicitarios y ni siquiera los 200,000, según reconoció Univisión, uno de los canales promotores de éste.

En la gran metrópolis colombiana donde se hizo el concierto anti-Maduro viven más de 800,000 personas, mientras que en el lado venezolano hay varios pueblos ninguno de los cuales llega al 10% de tal cantidad, por lo que la demografía también jugaba a favor de los antichavistas.

Al final del “Venezuela Live Aid” apareció Guaidó burlándose de una orden judicial que le tiene prohibido salir del país, con lo cual él no ha dudado en desacatar la ley de un gobierno que no reconoce como tal, por lo cual él queda expuesto a ser detenido (riesgo que tal vez él provoca a fin de que ello pudiese dar acicate a una mayor protesta).

Nicolás Maduro no apareció por allí, aunque sí lo hizo en otro lejano punto fronterizo con Colombia donde se le vio rodeado de una muchedumbre. En cambio, en el concierto chavista sí estuvo su número dos Diosdado Cabello.

Objetivos diferentes

El objetivo del gobierno venezolano no era competir de igual a igual con el millonario show del billonario Branson, sino prepararse para evitar que Guaidó quiera lograr su famoso “Plan D” el 23 de febrero logrando un ingreso masivo de donaciones estadounidenses.

La estrategia de Maduro parece haber sido neutralizar todas las demás fronteras para concentrarse solo con la que tiene más flujo, la que hay con Colombia. Un día antes cerró totalmente la frontera con Brasil y cualquier tipo de transporte aéreo o marítimo con las Antillas holandesas, hasta lograr que la corona de dicho país les asegure que no van a permitir el envío de la “ayuda humanitaria” a la oposición.

Por su parte la Cruz Roja, las Naciones Unidas y algunas otras instancias de caridad que también operan en Colombia se han negado a que los alimentos y medicamentos enviados por EEUU y sus aliados a los opositores venezolanos sean considerados como “ayuda humanitaria” porque, aducen, tiene un alto contenido politizado y no independiente o neutral, son rechazados por el gobierno del país al que se le están destinando y porque no se le puede obligar a ningún Estado a aceptar ésta contra su voluntad, y máxime cuando Caracas aduce que dichos paquetes son un “caballo de Troya” para facilitar una intervención extranjera.

Branson, por su parte, quien siempre aparecía en el estrado queriendo ser la única figura central que brille y evitar que cualquier político aparezca para eclipsarlo, bien puede haberle querido decir a su amigo Guaidó que él, pese a no ser venezolano, es capaz de movilizar con su dinero y sus artistas tanta o más gente que él en Caracas.

La politización del Live Aid

Hace 7 quinquenios se dio el primer Live Aid hecho gracias a la unión de los mejores talentos artísticos de la lengua inglesa para recaudar fondos para las víctimas de la sequía etíope. En el verano nórdico de 1985 se llenaron grandes estadios en Londres, Nueva York y otras metrópolis en un evento visto por casi 2 mil millones de almas (entonces el 40% de la humanidad). Sin embargo, esta secuela de conciertos con fines pacifistas, pluralistas y altruistas ahora ha sido tergiversado.

Esta vez se puede haber dado el mayor ensamble de artistas hispanos en una tarima pero el mega-concierto no fue para una causa independiente apoyada por todos, como bien pudo haber sido uno hecho en distintas urbes latinoamericanas o venezolanas para recaudar unidos gentes de todas las tendencias fondos para las personas que pasan por penurias en Venezuela o en las naciones latinoamericanas que vienen de padecer terribles calamidades naturales como Brasil, Bolivia, Perú o Haití.

Branson decidió tomar inconsultamente el nombre de Live Aid y hasta parte de su símbolo original (la parte de arriba de una guitarra eléctrica en posición vertical) para haber hecho un concierto extremadamente politizado e inclinado, además, hacia un extremo político.

Éste, a su vez, en vez de ser pluralista y pacifista, era abiertamente partidario de derrocar al mandatario del país vecino y, al menos uno de sus principales artistas y hasta el propio Guaidó, han advocado la posibilidad de pedir a los EEUU y a los vecinos de Venezuela que la invadan para garantizar el pase de la ayuda y terminar sacando a Maduro.

Un cantante venezolano dijo que al día siguiente del concierto iba a empezar la libertad en Venezuela pues se iba a salir el dictador. El Puma dio las gracias a Colombia, Brasil y EEUU por su apoyo, fustigó al marxismo y dijo que ya es hora de acabar con 20 años de ignominia y también de todas las dictaduras izquierdistas de América, mientras que otro artista dijo que hay que cambiar no solo al gobierno en Venezuela sino también en Cuba y en Nicaragua, una meta tan propugnada por Trump. El Puma no dijo nada de los dictadores de derecha y nadie ha mencionado a los miles de colombianos que han muerto en la violencia política (de lejos mucho más que en Venezuela).

Uno de los presentadores aparece con una camisa con la grosería “Maduro: Coño de tu madre” mientras que personas que él hace hablar piden que se vaya Maduro y entre Guaidó, consignas que serán repetidas por otros en el escenario.

La mayor parte de los artistas que tocaron en el concierto del propietario de Virgin cobran fortunas por cada presentación y su opulento modo de vida dista mucho del de los sufridos pueblos de Venezuela y de Colombia, mientras que nadie se atrevió a recordar los altos índices de pobreza, miseria y carencias de servicio de salud, empleo y educación en la propia Cúcuta o en la pauperizada Guajira y otras zonas fronterizas de Colombia, algo que no es de exclusividad solo de Venezuela.

El evento fue hecho para juntar y politizar gente para luego quererlos organizar para pasar la “ayuda humanitaria” al día siguiente, el mentado 23 de febrero, en el cual desde el escenario se llegó a decir que sería la fecha en la cual llegaría la libertad y la caída de Maduro.

El concierto chavista no quiso tomar el membrete de Live Aid y se centró en llamar a defender al gobierno contra el “imperialismo” y Trump, preparando a su gente para hacer dos acciones: una de contención a una posible violencia o entrada masiva de contenedores, y otra para buscar dar 20 mil cajas de comida y servicios gratuitos de salud a los colombianos del otro lado del río, tratando de contrarrestar la ofensiva “humanitaria” del presidente Duque.

Así, la tradición a-partidaria del Live Aid quedó partida y se dieron dos conciertos partidarizados. Uno que se atrevió a usurpar el legado del Live Aid y que promovía al bloque partidario Mesa de Unidad Democrática y otro hecho por el Partido Socialista Unido de Venezuela, al cual Guaidó acusa de usurpar el poder.

Megaconcierto para la guerra

El mega-concierto de Branson tenía como fin juntar gente para preparar al día siguiente una ofensiva para entrar con todo los camiones con la “ayuda humanitaria” que había venido en los aviones militares norteamericanos.

En uno de los puentes fronterizos terminaron quemándose 3 de éstos e inmediatamente la Casa Blanca y Guaidó responsabilizan a Maduro de ello y llamaron a juzgarlo por crímenes de lesa humanidad. No obstante, The New York Times ha probado que estos camiones fueron incendiados por partidarios de Guaidó en el lado colombiano de la frontera y bajo la protección de las tropas colombianas, así como que éstos no tenían medicinas, mientras que otras fuentes han mostrado que éstos traían otro tipo de carga destinada a promover la violencia callejera.

A pesar de las celebridades el megaconcierto no congregó multitudes y no logró su objetivo de forzar el paso fronterizo. Guaidó, en vez de haber estado el “Día D” en Venezuela se fue en la víspera a Colombia para permanecer más de 10 días en el exterior, todo lo cual quitó fuerza al movimiento.

Branson quiso aparecer como el hombre que revertía a Bolívar. Un inglés gringo que organizaba el gran show para iniciar la liberación de Venezuela. Claro que él no tiene amor por los pobres, sino por el dinero.

Él es la única persona del mundo que es no solo dictador absoluto sino propietario total de dos islas del Caribe en las cuales su palabra es ley, las cuales suman un territorio mayor al del Vaticano, el país más pequeño que hay. Además, él es dueño de otros dos islas, incluyendo una artificial en Emiratos construido por mano de obra semi-esclavizada que no tiene derechos ni sindicatos ni ciudadanía, que si mueren o protestan son enterrados en la arena y que viven en galpones amontonados como sardinas en lata. Por supuesto que en la península arábiga Branson no habla de democracia, pese a que estas monarquías totalitarias nunca han permitido elecciones, partidos o sindicatos, y donde la fuerza laboral vive en la miseria. Para él y para Trump solo conviene hablar de democracia en Venezuela, lo cual para ellos es su derecho a decidir quién ha de ser su presidente.

Hoy los organizadores y protagonistas de dicho concierto se han desacreditado por su participación en ello, y el intento de Virgin de sacar provecho de sus influencias para luego captar nuevos contratos en una nueva Venezuela ha quedado archivados.

 

– Isaac Bigio es historiador y politólogo economista formado en la London School of Economics donde enseñó política venezolana.

 

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