Huyendo del genocidio, rechazados por el mundo

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Los pasajeros del SS St. Louis, judíos que escapaban de la Alemania nazi, a quienes ni Canadá, ni Estados Unidos, ni Cuba, ni Panamá ni nadie quiso acoger. Tuvieron que regresar y la mayoría murió en los campos de concentración. Foto de archivo del Museo del Holocausto de EEUU.

Los refugiados judíos que fueron rechazados por Cuba y EEUU

por Manuel Castro-Rodríguez

Los cubanos generalmente nos referimos a los judíos como hebreos, por ejemplo: la Comunidad Hebrea de Cuba. Entre 1902 y 1914 ocurrió la primera ola de emigrantes judíos a Cuba; aproximadamente unos 5.700 se establecieron en el país y lo hicieron su hogar. Lo mismo hizo la mitad de los 25.000 judíos que emigraron a Cuba entre 1918 y 1947.

Es importante señalar que la ley de inmigración de Estados Unidos de 1921 -que se hizo inmediatamente después de concluida la Primera Guerra Mundial- estimuló la segunda ola de emigración judía a Cuba, ya que un año de residencia en el país era suficiente para obtener el permiso de entrada definitiva a Estados Unidos, por lo que unos 7 mil judíos llegaron a Cuba entre 1921 y 1923 mediante los trámites normales de migración.

Pero las nuevas restricciones existentes a partir de la ley de inmigración de Estados Unidos de 1924 terminaron con la esperanza de muchos judíos de usar a Cuba para emigrar rápidamente a Estados Unidos. A pesar de ello, en 1939 una agencia cubana radicada en Alemania vendía visas a 300 dólares -unos 5.200 dólares al cambio de la fecha de hoy, 1 de julio de 2014.

El máximo líder de los nazis, Adolf Hitler, fue un verdadero maestro de la posverdad -distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. En esto los republicanos MAGA se les parecen mucho.

La reiterada retórica antisemita de Hitler -principalmente su incitación al odio- preparó las condiciones para que en la noche del 9 de noviembre de 1938 ocurriera un estallido de violencia contra los judíos en el Tercer Reich. El ministro de propaganda alemán Joseph Goebbels y otros jerarcas nazis organizaron cuidadosamente los pogroms. En dos días, más de 250 sinagogas fueron quemadas, más de 7.000 comercios de judíos fueron saqueados y destrozados, decenas de judíos fueron asesinados, y cementerios, hospitales, escuelas y hogares judíos fueron saqueados, mientras la policía y las brigadas de bomberos se mantenían al margen.

Los pogroms se conocieron como Kristallnacht, la ‘Noche de los cristales rotos’, por los cristales destrozados de las vidrieras de los comercios que llenaron las calles. A partir de ese momento, las familias judías ya no tuvieron ninguna duda del grave peligro que corrían en Alemania. Pero pocos meses después, a principios de 1939, el régimen nazi cerró la mayor parte de las fronteras de Alemania y muchos países pusieron límites en el número de judíos que podían acoger.

Cuba sufría la primera dictadura de Fulgencio Batista Zaldívar. La huelga general de marzo de 1930 fue la primera gran batalla contra la dictadura de Gerardo Machado. El 4 de septiembre de 1933 se produjo una sublevación militar que derrocó a Machado y se instauró un gobierno colegiado conocido como la Pentarquía por estar integrado por Ramón Grau San Martín, Sergio Carbó Morera, Guillermo Portela Möller, Porfirio Franca Álvarez de la Campa y José Miguel Irisarri Gamio.

Cuatro dias después, Carbó dio a conocer el Decreto 1538 que ascendió a Batista de sargento a coronel. Como jefe del Ejército, Batista dirigió dos golpes de Estado, el 15 de enero de 1934 y el 18 de enero, acabando con la revolución del 30. Batista dirigió Cuba entre 1934 y 1940, aunque las apariencias fueron cubiertas con el nombramiento o la “elección” de seis “presidentes”; en 1939 el títere batistiano de turno era Federico Laredo Bru.

El 13 de mayo de 1939 -poco tiempo antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial con la invasión alemana de Polonia, el 1 de septiembre de 1939- más de 900 judíos -entre ellos 158 niños-, en un desesperado esfuerzo por huir del nazismo, zarparon de Hamburgo a bordo del transatlántico alemán St. Louis. Esperaban llegar a Cuba y de ahí viajar a Estados Unidos. Los arreglos para el viaje fueron organizados de forma independiente por Hamburg-American Line, sin la participación de ninguna organización judía.

El 27 de mayo, cuando el St. Louis se encontraba frente a La Habana y los pasajeros preparaban sus equipajes para desembarcar, el capitán Gustav Schröder les informó que las autoridades cubanas le habían negado el permiso para entrar -finalmente, sólo se permitió el desembarco de 29 pasajeros, 6 de los cuales no eran judíos (4 españoles y 2 cubanos).

El 28 de mayo de 1939, un día después del arribo del St. Louis, Lawrence Berenson, un abogado que representaba a la asociación judía American Jewish Joint Distribution Committee (JDC), llegó a La Habana para negociar en nombre de los pasajeros del barco. Berenson, que había sido presidente de la Cámara de Comercio Cubano-americana, se reunió con el “presidente” Federico Laredo Bru, quien se negó a permitir que los pasajeros del St. Louis entraran al país y ordenó que el barco se marchara de aguas cubanas.

Pero mientras el St. Louis navegaba lentamente por la costa de la Florida -los pasajeros veían las luces de Miami y buscaban desesperadamente permiso para desembarcar en Estados Unidos-, en La Habana las negociaciones continuaron. Laredo Bru ofreció admitir a los pasajeros si el American Jewish Joint Distribution Committee pagaba 435.500 dólares -unos 7 millones y medio de dólares al cambio del 1 de julio de 2014. Berenson realizó una contraoferta, que Laredo Bru rechazó y rompió las negociaciones.

Cuba, Estados Unidos y Canadá se negaron a recibir a 907 judíos que huían del nazismo. El St. Louis tuvo que regresar a Europa con 907 pasajeros, donde todos -excepto uno- fueron admitidos como refugiados temporales por Gran Bretaña, Francia, Holanda y Bélgica, pero 254 fallecieron en el Holocausto. Es una vergüenza que ningún gobierno de Cuba haya hecho un reconocimiento oficial de este crimen y haya pedido perdón por esa villanía.

Noventa años después, los republicanos quieren hacerle algo similar a los que huyen de las dictaduras cubana, venezolana y nicaragüense. También es una vergüenza que ninguno de los autonombrados líderes del exilio cubano haya protestado.

 

Manuel Castro-Rodríguez, nacido y educado en Cuba, vivió en Panamá por un tiempo y es un defensor de los derechos humanos y crítico de los medios que ahora vive en el área de Miami.

 

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