Harrington, Los Papeles Panamá

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The Panama Papers

por Kevin Harrington Shelton
De la rosa de ayer, solo perdura el nombre;
nos atenemos a palabras huecas de significado

Umberto Eco (“El Nombre de la Rosa”)

 

Cuando finalmente se escriba la (verdadera) historia de Panamá, se hará en términos de oportunidades-perdidas. Los grandes cambios en Panamá provienen desde el exterior. Después de la Invasión, perdimos la oportunidad de hacer borrón y cuenta nueva del cesarismo de 1968. Hoy vamos por igual camino. La oportunidad presentada por los “Papeles de Panamá” para diagnosticar nuestros problemas de impunidad, no la aprovechamos. Se pierde tiempo en minucias (el nombre del esfuerzo, billones de megabytes, colaboración de un montón de medios, sensacionalismo sobre personalidades de relieve internacional, etc), pero no se enfoca sobre el fallo de raíz que tiene esta campaña que ha indignado artificialmente a demasiados patriotas panameños. Para que las bases no se sobrepongan a la dirigencia, al conocer la raíz del problema.

En la legalidad tributaria territorial panameña los impuestos se pagan donde se generan las utilidades. Lo demás son maromas contables. Lo recalca el profesor Thomas Piketty, especialista en la distribución de riquezas tanto en la École des hautes etudes en sciences sociales de París, como en el London School of Economics. La inclusión de Panamá en la lista negra francesa sin duda obedece a su lógica expuesta en The Guardian.

No hay riesgo de oposición masiva, puesto que generacionalmente en el panameño se le viene cultivando lo opuesto a la democracia, mediante lo que el sicólogo Martín Seligman tildó de “indefensión aprendida“. Apatía colectiva que Demetrio Herrera Sevillano inmortalizó así: “Paisano mío panameño, tú siempre respondes “sí”, Pero no para luchar, Que no para protestar, Cuando te ultrajan a tí.”

El gobierno actual intentó inocularse contra respuestas a esta realidad cuando afecte a sus allegados, sacando de los medios masivos a comprobados forjadores de opinión como Miguel Antonio Bernal, Julio Miller, Candelario Santana, José Blandón Castillo, entre otros.

Pero el talón de Aquiles de la organización que fijará la agenda de tantos medios mundiales fue al seleccionar a La Prensa como participante en Panamá, en el en el ojo de la tormenta, donde está ubicada la caja de Pandora que constituye su piedra angular. Ahora que transita por dificultades económicas. Porque más que un periódico, La Prensa es un partido político. Su profesionalismo (e independencia) ha sido muy cuestionado. Con razón. Muchos de su entorno están hoy emplanillados en el gobierno. Al inicio de cualquier gestión de gobierno le brinda un cheque en blanco de 6-12 meses, aunque se trate de un asunto sumamente grave como el que consignó en su autobiografía su ex-director. Al renunciar un subdirector hace algunos años, informó de la existencia de un listado de temas y personalidades que tenía vedados mencionar. Tampoco da seguimiento a primicias que involucren a accionistas, bonohabientes y/o anunciantes. Su derecho a réplica es selectivo. Hasta pagado un emitido no lo publican; sin embargo sí publican a diario anuncios de protitutos(as). Sin mencionar el lapidario caso del soborno atribuido por La Prensa a un ex-Procurador General de la República, que ilustra el grado de impunidad otorgado a nuestro periódico de referencia.

No ha rectificado rumbo, a juzgar por recientes declaraciones del ministro de Gobierno que parecieran echarle kerosene al fuego. E indicar un poco importa de Panamá a la raíz del problema, que es tan sólo una manifestación más de lo inepto del gobierno actual. Tituló así El Mundo: “Milton Henríquez: ‘No entiendo por qué la evasión fiscal tiene que ser delito en mi país'”. Se observará que dentro del artículo el Premier dice de viva voz: “No entiendo por que Panamá tiene que convertir en delito todo aquello que los demás países quieren o no hacer delito”. El hecho de que el principal aliado del gobierno en el poder haya dicho semejante burrada de por sí es noticioso (aunque fuera tan sólo para negar lo dicho….). Esa entrevista presumiblemente tuvo lugar en nuestra sede diplomática en Madrid, por lo que le habría sido (extraordinariamente ) fácil para La Prensa corroborar lo que constituye un hecho noticioso relevante (que inclusive La Estrella de Panamá pasó por alto).

Mañana ese mismo diario español publicará otro elemento de alto valor noticioso: “El Gobierno español firmó en 2013 con Panamá un convenio para la lucha contra la delincuencia cuyo listado de delitos a perseguir ‘en particular’ omite la delincuencia económica y en especial el de blanqueo….”. Cabrá ver cómo trata La Prensa esta faceta relevante: a saber cuantos de los demás convenios atribuidos como triunfos en las salidas de diversas listas adolecen de similares “omisiones”….

Además de la falta de voluntad de demasiados panameños (incluida toda la clase politica) de someterse a la ley, el meollo del problema involucra una falta generalizada de transparencia. Pese a que el gobierno cimenta la defensa de sus aliados en la transparencia, en Panamá esta es más lírica que real. En parte atribuible a La Prensa. Ejemplo. Existen documentos que comprueban cómo, en dos habeas data identicos, contra dos ministros por separado, nuestra Corte Suprema ha concedido uno y negado el otro. Pero ese hecho noticioso no lo ha difundido.

Tenemos la obligación de dar a comer a cuatro millones de panameños. Y para eso, como un pequeño país en un mundo de rápidos cambios, debemos asegurarnos que Panamá funcione transparentemente y con la mejor información posible — para “desfazer entuertos”. En esto, todos sí debemos poner nuestro granito de arena.

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